02 octubre 2023

MUJERES CIENTÍFICAS EN LA HISTORIA


*        Una de las científicas más prominentes fue Margaret Cavendish, quien provenía de una familia inglesa aristocrática. Ella escribió “Observaciones sobre Filosofía Experimental”, donde criticaba la creencia que decía que los humanos podían dominar la naturaleza. Interesada en todo tipo de ciencias, fue la primera mujer en ser recibida en la Royal Society de Londres. Participó en discusiones sobre la materia y el movimiento, la existencia del vacío, la percepción y el conocimiento. También en la formulación de las primeras teorías moleculares. Llegó a escribir diez libros de filosofía natural (lo que hoy se conoce como Física).

 

*        En Alemania, muchas mujeres fueron astrónomas, la mayoría de las cuales trabajaban en observatorios familiares. Entre 1650 y 1710, las mujeres llegaron a representar el 14% de todos los astrónomos alemanes. La más famosa fue María Winkelman. Ella se casó con un astrónomo y se convirtió en su asistente. Hizo contribuciones originales a la astronomía, incluyendo el descubrimiento de un cometa. Cuando su esposo falleció, ella se postuló para ser astrónoma de la Academia de Berlín, pero fue rechazada por ser mujer y no tener un título universitario. Temían dar un mal ejemplo contratando a una mujer.

 

*       María Sibylla Merian fue una botánica y entomóloga alemana, conocida por las ilustraciones artísticas de plantas e insectos que realizó. Ella viajó a Sudamérica e ilustró las plantas y los animales propios de este continente. Registró gráficamente la metamorfosis de las mariposas. Los dibujos de plantas, serpientes, arañas, iguanas y coleópteros tropicales realizados por su mano, son considerados incluso hoy en día como obras de arte y coleccionados por aficionados de todo el mundo.

 

*        En Matemática, la italiana María Gaetana Agnesi fue la primera mujer en escribir un libro de Matemática y la primera en ser nombrada Profesora de la Universidad de Bolonia de dicha materia. Fue considerada una niña prodigio. En 1748 escribió una de las primeras y más completas obras sobre análisis infinitesimal. Se dedicó a la geometría analítica y al cálculo también.

 

*        La reina Cristina de Suecia llevó a Descartes a Estocolmo para asistir en el desarrollo de reglas para la nueva Academia de Ciencias de Suecia. Creó varias academias en Europa, financió excavaciones arqueológicas, construyó un observatorio en su palacio (a cargo de dos astrónomos) y fue mecenas de varios artistas.

 

*       Emilie du Chatelet  fue una matemática, física y filósofa francesa. Su libro “Las Instituciones de la Física” fue la obra que le daría el reconocimiento del mundo científico. Se trataba de un amplio y profundo tratado que ofrecía el estado de la física en su época, y en el que mostraba su posición respecto de Newton. Además, tradujo varios libros de física al francés. Y escribió junto con Voltaire otros. Tenía amplios conocimientos matemáticos y era una gran traductora.

 

*       Maria Cunitz, fue una astrónoma y matemática polaca. La publicación del libro Urania propitia en 1650 le valió una gran reputación en la época en Europa. Su esposo Elias von Löwen escribió un prefacio para disipar rumores acerca de la autoría de la obra, así como señal de apoyo hacia su esposa. Urania propitia proponía una simplificación en los cálculos de las Tablas rudolfinas publicadas por Johannes Kepler, corrigiendo varios errores matemáticos.

 

*       Elisabeth Hevelius fue una astrónoma polaca, llamada la “madre de las cartas lunares”. Trabajó junto con su esposo, el astrónomo Johannes Hevelius. A la muerte de su esposo, publicó “El Prodromus Astronomiae”, que consistía de tres partes: un prefacio, un catálogo de estrellas y un atlas de constelaciones. El prólogo o Prodromus describía la metodología y la tecnología utilizada para crear el catálogo de estrellas. El planeta menor 12625 Koopman fue nombrado en su honor, así como el cráter Corpman en Venus.

 

10 abril 2023

EL POBLAMIENTO DE AMÉRICA

 

Para el siglo XVI eran muchos los que se interesaban y opinaban sobre el poblamiento de América. Entre ellos había religiosos, viajeros, funcionarios, militares e incluso los mismos indígenas. Quienes se interesaban en el origen de los pueblos nativos americanos y sobre su historia, se preguntaban sobre cómo arribaron las primeras poblaciones humanas, de dónde vinieron y, especialmente, cuándo y por qué medios lo hicieron. Así se propusieron algunas hipótesis como que eran fenicios o descendientes de las tribus perdidas de Israel que llegaron navegando, que estaban relacionados con la Atlántida, o con los chinos y muchas otras propuestas -ahora- tan fantásticas como estas. Entre todos esos cronistas, hubo uno que en el año 1590 propuso una teoría muy parecida a la que sostienen los científicos desde fines del siglo XIX. Este era un jesuita llamado José De Acosta, quien en aquel momento supuso que los primeros habitantes de nuestro continente vinieron del norte de Asia y “...lo hicieron no tanto navegando por mar, como caminando por tierra; y ese camino lo hicieron muy sin pensar, mudando sitios y tierras poco a poco...” (De Acosta 1894:96-97). De Acosta creía que ese recorrido lo habrían hecho por algún lugar aún desconocido en aquella época, el cual se encontraría muy al norte de América y cerca de Asia. También suponía que esos hombres habían sido cazadores que, persiguiendo animales, “...hayan penetrado, y poblado poco a poco aquel nuevo mundo...” (De Acosta 1894:422), y no con la intención de conquistar o en busca de alguna tierra prometida. Ese lugar -muy al norte-, desconocido en su tiempo para De Acosta, era el extremo este de Siberia en Asia y la actual Alaska en América del Norte; tierras que recién fueron descubiertas para occidente en 1728 por el navegante dinamarqués Vitus Bering. Hoy esos territorios están separados por un brazo de mar muy estrecho llamado Bering en honor de su descubridor para occidente. Durante gran parte del Pleistoceno ese estrecho no existió porque el agua estaba congelada en la tierra y sobre el agua, formando inmensas masas de hielos, los glaciares. Esto determinó que, al tener los océanos del mundo menos agua líquida, el nivel de costa era más bajo que en la actualidad y las tierras que el mar no ocupaba se podían habitar. Al territorio que quedó libre de agua entre el oriente de Siberia, por un lado, y Alaska y el oeste del territorio canadiense de Yukon por el otro, junto con las tierras emergidas que las rodean, se lo denomina Beringia. Por Beringia se podía “pasar caminando” de Asia a América, en otras palabras, el desplazamiento de las poblaciones humanas pudo haber sido por vía terrestre. Esto es lo que, en algún momento, habrían hecho algunos, quizás persiguiendo animales, quizás caminando y navegando por la costa. Más tarde fueron internándose en el inmenso continente americano, hasta poblarlo totalmente.
La discusión en la ciencia. A fines del siglo XIX y principios del XX, distintos investigadores norteamericanos publicaron numerosos trabajos con ideas muy parecidas a la de De Acosta. Algo similar se sostiene en la actualidad, pero la diferencia está en el rango temporal, es decir en el consenso en cuándo podría darse la dispersión humana en América. Tanto De Acosta como Hrdlièka (1929) y la mayoría de sus colegas estimaban que los primeros grupos habrían ingresado a nuestro continente no más de 2 o 3.000 años antes de la conquista por parte de los europeos, e incluso más tarde. Como veremos más adelante, actualmente no se piensa en menos de 12.000 años. En la década de 1930, investigadores difusionistas como Paul Rivet (1930, 1943) y José Imbelloni (1938) entre otros, propusieron varias rutas diferentes de ingreso temprano al continente y varias oleadas migratorias. Por ejemplo, se propusieron rutas transpacíficas e incluso a través de la Antártida. Para estos autores, ya no era importante Beringia, sino que era una ruta más de las usadas por las diferentes oleadas migratorias. Cada una de esas oleadas migratorias representaba la llegada y la difusión de una población biológica –es decir una “raza”– distinta, cada una con su lenguaje y sus “rasgos” culturales. Cada una de ellas ocupó una región similar a la de las poblaciones históricas que se le parecían y con las que podían relacionarlas. Esto es muy interesante pues casi no había a principios del siglo XX información sobre las características físicas de los primeros americanos y menos aún sobre sus lenguajes. Paradójicamente, esta postura sigue manteniéndose casi sin cambios en la actualidad. Finalmente, terminó imponiéndose la postura que consideraba a Beringia como única ruta temprana que podía ser aceptada.

Peláez, Pablo. “El poblamiento de América”. “Fichas de la Cátedra Fundamentos de Prehistoria”. Buenos Aires, OPFYL (UBA), 2001.

 

Actividad:

Luego de leer el texto, identifiquen las hipótesis formuladas por cada uno de los siguientes investigadores:

a)    el jesuita José De Acosta;

b)    el investigador Hrdlièka;

c)    el investigador Paul Rivet;

d)    el investigador José Imbelloni.


https://www.youtube.com/watch?v=vuTyUSB7gLM 








14 junio 2022

APRENDER DEL ERROR

 

APRENDO DEL ERROR

Equivocarse es consecuencia de haber intentado. Cuántas veces nos caímos y nos levantamos. Cuántas otras nos equivocamos y seguimos. Seguir sin aprender algo de lo experimentado es no haber entendido. Pero detenernos para reflexionar sobre el error, conocerlo, quitarnos los miedos y avanzar… eso sí es aprender. Esto no quita que volvamos a caer, a confundirnos, a equivocarnos. Es humano. Debemos sacarle el jugo al error con el objetivo de minimizar su aparición en el futuro. O mejor aún, de dar un giro para mejorar la situación, para solucionar el problema y para prever los posibles errores por venir. Fallar lo menos posible, entonces, es nuestro objetivo. Porque fallar siempre será parte de toda experiencia humana. Fallemos, no para frustrarnos y abandonar todo, sino para superarnos y seguir adelante.

Para reflexionar: Buscar en la memoria un recuerdo de una situación o de un conflicto donde sentiste que cometiste un error y responder: 

1)    ¿Cuáles fueron tus sentimientos en ese momento?

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2)    ¿Cómo se resolvió el conflicto?

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3)    ¿Alguien te ayudó a resolverlo?

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4)    ¿Qué aprendiste de esa experiencia?

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5)    ¿Qué habilidades desarrollaste?

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6)    ¿Cómo enfrentarías esa dificultad hoy?

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A través de este cuestionario comenzaste a elaborar lo que se conoce como autocrítica, el “Juicio crítico sobre obras o comportamientos propios” (RAE). Para poder ejercer apropiadamente esta crítica personal es necesario mirarnos para dentro con piedad, respeto y aceptación. Sin estresarse, sin enojarse, sin castigarse. Quizá escuchaste la frase “errar es humano”. Esta viene del latín “errare humanum est” y significa que equivocarse es parte de la naturaleza humana. Sin embargo, no se debe buscar repetir el error sino aprender de la experiencia. Vale recordar que algunos errores pueden prevenirse. Es necesario investigar por qué uno se equivoca para poder iniciar el proceso de retroalimentación y crecimiento. Para ello es muy útil hacerse algunas preguntas, como las que siguen a continuación:

 

Nunca

A veces

Siempre

a. ¿Me equivoco porque no presto atención?

 

 

 

b. ¿Me conformo con resultados parciales?

 

 

 

c. ¿Delego la responsabilidad de mis producciones en otros?

 

 

 

d. ¿Me animo a pedir ayuda?

 

 

 

e. ¿Me siento capaz de decidir autónomamente?

 

 

 

f. ¿Comprendo las consignas que me dan?

 

 

 

g. ¿Me organizo bien?

 

 

 

h. ¿Tengo fe en mis propias habilidades?

 

 

 

i. ¿Pierdo mis materiales de estudio?

 

 

 

j. ¿Siento que puedo mejorar?

 

 

 

 En definitiva, la práctica hace al maestro. Cuanto más te esfuerces y trabajes para corregir los errores, aprendiendo de ellos, más rápido y mejor será tu crecimiento personal. Por supuesto, que requiere valor y la actitud con que encares esta tarea es también parte del camino.